viernes, 19 de diciembre de 2014

SOBRE ENTRENAMIENTO

      ¡Es verdad!, hace ya bastante tiempo que no hablo de entrenamiento, y me parece que es hora de tocar este tema también. 

   En principio, cuando una persona decide acudir a un gimnasio lo puede hacer impulsado por muchos motivos, aunque casi siempre se encuentra eso de aumentar la masa muscular, adelgazar, las dos cosas a la vez, mantenerse o, tal vez, por su componente saludable; bueno también los hay, todo hay que decirlo, que acuden para fomentar relaciones sociales, pero que duda cabe, que todos ellos comparten algo en común..., hacerlos sentir bien.

    Pero a parte de estos objetivos más o menos generales, cuestiones como la propia personalidad pueden resultar determinantes a la hora de lograr, o no, la metas planteadas... Y si hay algo con capacidad de alterar la personalidad eso es sin duda la edad. Es cierto, no es lo mismo tener veintipocos años que cuarenta y muchos a la hora de realizar una actividad física, y aún compartiendo en ambos casos objetivos similares, las consecuencias podrían ser diferentes. La juventud encierra las dos caras de la misma moneda, y aunque suele pensarse de ella como la época dorada de la vida, máximo exponente del potencial físico..., el ímpetu, la impaciencia, la inexperiencia y cierto toque de rebeldía, todo hay que decirlo, podrían reducir dramáticamente las posibilidades con las que cuenta.

  Ese metabolismo óptimo, representado por un torbellino de hormonas anabólicas que juegan a nuestro favor, podrían no ser suficientes para alcanzar la mejor versión de nosotros mismos..., y de eso podría tener la culpa no sólo nuestra propia personalidad, sino también los criterios poco acertados de quien planifica nuestro entrenamiento o las directrices erróneas llegadas de ultramar, más centradas en fines comerciales que en otra cosa (hablaré luego de ello). El problema es que esto es difícil ver cuando está sucediendo, de hecho no admites otra realidad, y solamente a toro pasado, y no siempre, es cuando se cae en la cuenta de los innumerables errores cometidos.

  Como vemos son muchos los hándicap asociados a la juventud que podrían disminuir no sólo nuestras verdaderas capacidades sino también procurarnos un buen número de lesiones o quizás ponernos en una situación próxima a la fatiga crónica o el sobreentrenamiento. El problema es que nosotros sólo podemos recorrer un sólo camino..., no sabremos nunca que hubiese sucedido de haber obrado de modo diferente, por ello es importante ser conscientes de esta realidad y tratar de hacer las modificaciones necesarias que eviten que nos demos cabezazos insistentemente contra la misma pared. Esta rebeldía y tal vez un exceso de prepotencia nos impedirá ver la situación con la suficiente claridad como para darnos cuenta de los perjuicios que causa nuestra forma de obrar, por eso, lo más normal es que el daño suceda inevitablemente, es una lástima, pero siempre ocurre igual. Y no siempre ese deterioro es lo suficientemente grave como para obligarnos a rectificar de modo definitivo, y ya sabemos que la cabra tira al monte.

  Pero, es cierto, la juventud pone muchas trabas en nuestro camino, y no siempre esta cuestión queda resuelta por la edad, ni mucho menos…, y podemos convertirnos, sin darnos cuenta, en eternos Peter Pan. Sí, estoy harto de verlo una y otra vez en personas ya maduras que deberían haber aprendido de los errores del pasado. La experiencia, que debería haber sido la baza fuerte en las edades medianeras y postreras de la vida, sólo sirvió, en muchos casos, para convertirlos en expertos en la chapuza. La experiencia sólo sirve cuando de ella se quiere aprender, esa es la realidad. Perfeccionarnos y evitar cometer siempre los mismos errores, debería ser siempre una máxima a lograr. Y el gimnasio no es, ni mucho menos, un lugar donde estas consideraciones deban quedar diluidas.

  También es verdad que no toda la culpa la tiene la alocada y efímera forma de pensar que acontece en la juventud; el 
método empleado y/o los preparadores que no saben extrapolar razonablemente bien, la teoría al caso concreto, pueden suponer, del mismo modo, un lastre difícil de sobrellevar con similares resultados. Esto es algo que también sucede con la dieta..., muchos pueden perder kilos con una dieta cetogénica manteniendo elevados niveles de energía y otros en cambio "sucumbir" al exceso de grasa, recargando el hígado de lípidos, y elevando los niveles plasmáticos de colesterol. La teoría es siempre hermosa, la práctica no tanto, y retorcer los argumentos para que favorezcan nuestras decisiones me parece una actitud estúpida, sobre todo cuando nos empecinamos en seguir a toda costa...(esto es lo de darse cabezazos contra la pared) Del mismo modo que dos personas con la misma dieta pueden mostrar resultados diferentes, con el entrenamiento sucede lo mismo. Muchos parecen querer buscar los mejores ejercicios o combinaciones de series y repeticiones que produzcan una transformación impecable en su físico, pero pongo en duda que dicha combinación, de existir, tenga la capacidad de obrar  los cambios "milagrosos" que todos esperan, y que además sea aplicable a cualquier persona; creo que hay otras cuestiones que podrían ser más determinantes en el resultado final. Y esos matices diferenciadores no hay que buscarlos fuera, sino dentro de nosotros, y en este sentido, además de la personalidad, el metabolismo, la estructura corporal o tipo de fibra muscular, por poner algunos ejemplos, adquieren una importancia relevante a la hora de lograr un físico compacto. Aunque también clarificar nuestros objetivos nunca está demás...

   Es posible que muchos de los que comienzan a entrenar dentro del mundo del fitness no tengan una idea exacta de lo que realmente quieren conseguir, pero creo que esta cuestión debería ser la primera en quedar resuelta, de este modo se podrían evitar rutinas alejadas de la realidad que se pretende alcanzar o que tengan un nivel de exigencia muy por encima de las capacidades de las que se dispone en ese momento.

   
Aunque, en realidad, la clave no se encuentra en lo que haces..., es decir en esa supuesta combinación de ejercicios, sino en el cómo lo haces; el grado de implicación se vuelve fundamental para lograr sin duda los mejores resultados.

  Esto requiere un conocimiento exhaustivo de la técnica de cada ejercicio, pero no sólo esto, si 
no somos capaces de sentir el músculo implicado, el que debería trabajar de forma mayoritaria en el ejecución del movimiento, cada una de las repeticiones realizadas perdería su potencial y a la larga también la capacidad de transformar nuestro físico, claro, siempre y cuando la hipertrofia muscular se configure como nuestro principal objetivo. En caso contrario, esa implicación, esa sensibilidad hacia los músculos agonistas se vuelve menos necesaria. 

  Pero este grado de conexión es imposible de percibir bajo un peso excesivo; este es el gran problema que suele presentar la gran mayoría. Actuar impulsado por el ego evita que podamos sacar el máximo beneficio de lo que estamos haciendo. Algo que irá mostrando las diferencias con el paso de los años. 

  Es por ello necesario una reeducación a la baja de los kilos empleados, hasta que seamos capaces de volver a sentir realmente lo que hacemos. Esa sensación es la que nos garantiza el camino adecuado, no los kilos que usamos. Pero encontrarnos con nosotros mismos requiere de humildad para poder asumir que en realidad podríamos no ser tan fuertes como nos habíamos pensado... No se trata de mover a toda costa un peso, se trata de estimular el músculo con el peso necesario; esto, en la práctica, significa mover menos kilos pero sintiéndolo más. El problema que este grado de implicación del que hablo no surge directamente, es necesario que pase mucho tiempo hasta que aparezca esa "conexión" que no siempre será la misma para cada grupo muscular. Es por este motivo que algunas persona puede puntos débiles en aquellos grupos musculares con los que menos sensibilidad alcanzan…

  Volviendo al principio del post, comenté que la juventud presenta las dos caras de la misma moneda, el máximo potencial físico, pero también una actitud proclive a los grandes alardes, algo que penaliza estas sutilezas de las que hablo, llevándonos a cometer no sólo errores en la perfecta ejecución de la técnica, sino que también diluye completamente la necesaria conexión mente músculo tan importante para alcanzar el grado óptimo de desarrollo muscular que nuestra estructura permite. Pero es verdad, hacer ver esto a quien empieza a entrenar es siempre muy complicado..., la vorágine que representa en algunos casos esta etapa de la vida, aderezada con una actitud un tanto irreverente y rebelde hacen complicado llegar al grado de implicación necesario, y máxime cuando los referentes a los que se suele mirar, son veteranos convertidos en expertos en el trabajo chapucero y/o prototipos musculosos más especializados en la química que otra cosa.

  Por eso, la misión de cualquier preparador físico que se precie, debería ser precisamente enseñar la perfecta ejecución de la técnica, con el peso adecuado y la cantidad 
justa de ejercicios, series y repeticiones, algo que podría depender no tanto de los objetivos teóricos a alcanzar sino de las propias características y capacidades de la persona, en lugar de planificar entrenamientos desmesurados, extenuantes y alejados de la realidad. Pero de esto también podría tener la culpa las directrices erróneas llegadas de ultramar. Es cierto, el culturismo, aunque también el fitness, se encuentran mancillados desde sus inicios por culpa del uso de esteroides anabolizantes; sí, la cosa no es de ahora, esto viene de atrás, de hace mucho, mucho tiempo. La creencia que los entrenamientos descomunales, señalados por los mastodontes de la musculatura, son la piedra angular del cambio chocan tristemente con la realidad de muchos ingenuos que en lugar de la transformación esperada obtienen como recompensa a su fiel seguimiento, el desgaste físico y tal vez la lesión, y aunque la letra pequeña antes era más desconocida que ahora, esta forma chapucera y desproporcionada de entrenar parece seguir vigente en la mayoría de los gimnasios, aunque también son pocas las ganas de cambiar esta dinámica absurda. Cómo dije antes, sólo se puede recorrer un solo camino en la vida, lo “elegido” elimina el resto de opciones, por ello, conviene, por lo menos, meditar sobre todo aquello que se hace.

2 comentarios:

  1. Hola muy buena esta reflexión, la comparto desde la experiencia de la veteranía, cuando era mas joven tuve la suerte de un consejo de una persona ,en aquella época esta persona ya entrada en años, fue subiendo el Toumalet,en bicicleta, me dijo:" Para acabar arriba como un joven hay que empezar como un viejo"

    ResponderEliminar
  2. Felicidades por el blog Carlos. Hoy me he sentido un poco menos solo al leer este post, te diré que soy profesional del fitness y comparto contigo todas y cada una de las palabras expresadas, y como ya sabes aún (aunque cada vez menos) somo minoría los que mantenemos estos criterios felicidades sigue adelante te leeré con atención. JON.

    ResponderEliminar