sábado, 12 de marzo de 2016

CUESTIÓN DE TENDENCIAS

   Una tendencia tiende a desarrollarse hasta al final, al no ser que un esfuerzo obstinado, progresivo y duradero lo evite. Por "suerte" no todas las tendencias implican una negatividad claramente manifiesta, al menos al principio, luego..., puede que esa percepción cambie.

   El problemas de las tendencias es que suelen retroalimentarse constantemente sin mediar en ello un conocimiento explicito por nuestra parte, y lo que comienza, como un simple e inocuo proceder, progresivamente va acaparando nuestra personalidad, asumiendo, finalmente, el control de nuestros actos volitivos.

   Mientras que la energía para desarrollar una tendencia es mínima, los esfuerzos para revertir sus efectos son enormes, porque, en definitiva, se trata de cercenar una parte de nuestra propia personalidad. Es una verdadera catarsis que debe aniquilar las adherencias que menoscaban nuestra posibilidad de "ser"

viernes, 4 de marzo de 2016

HÍGADO GRASO, RESISTENCIA A LA INSULINA Y BACTERIAS

   Creo que  a estas alturas no descubriría nada si digo que beber alcohol puede dañar progresivamente al hígado, en etapas que evolucionarían desde la esteatosis, la inflamación, la fibrosis y la necrosis, hasta llegar a la cirrosis o, incluso, el carcinoma hepatocelular. A esto se le denomina enfermedad alcohólica hepática (EAH)

   Pero, para sorpresa de los no bebedores, estos procesos también pueden producirse sin haber probado ni tan siquiera una gota de alcohol; en este caso, y para distinguirla de la anterior, se la suele denominar enfermedad hepática no alcohólica (EHNA), aunque su evolución, al final, podría ser la misma. Si en el primer caso el detonante está relacionado con el consumo crónico de alcohol, en la EHNA el mecanismo no está tan claro, pero parece pivotar en torno a la RESISTENCIA A LA INSULINA, patología clave del SÍNDROME METABÓLICO. Es por ello que, en este otro caso, puede aparecer asociada a uno o varios de sus componentes, como la obesidad abdominal, la intolerancia la glucosa, la hiperinsulinemia, la dislipidemia y/o la hipertensión arterial. Y, claro, como no son dos procesos autoexcluyentes se puede ser alcohólico y resistente a la insulina, lo que supone una injuria por partida doble al hígado.