jueves, 16 de mayo de 2013

LA LÓGICA DE LAS COSAS

   Os agradezco sinceramente a todos los que habitualmente dedicáis un rato de vuestro inestimable tiempo en leer lo que escribo, pero también creo que muchos ya tenéis conocimientos más que suficientes como para llevar la senda de vuestra vida por lugares distintos y saludables, (alejados de aquellos otros caminos transitables, a fuerza de pasar) de esa gran mayoría de personas que llamamos sociedad, y no porque en algún sentido nos sintamos superiores con esa escisión de nuestro entorno social, sino más bien porque entendemos que la vida ha de transcurrir paralela a la realidad natural.

   Yo entiendo que cierta información puede ser esencial para obtener el conocimiento adecuado con el que jugar ésta partida, que es la vida, en las mejores condiciones posibles. Pero también siento que podríamos estar cometiendo un imperdonable error, difícilmente reparable, al perdernos en conceptos y olvidarnos del objeto de éste juego.



   No se trata de prepararse con infinitas clases de vuelo que nunca terminan, porque tenemos miedo a volar..., tenemos las pautas y sabemos jugar, ¿por qué no lo hacemos...?, el exceso de información puede anular nuestra capacidad de aprehender la realidad, para extraer, fruto de esa interacción, las pautas que dictan la lógica de las cosas.

   Estas reglas extraídas de la experiencia, son las que verdaderamente importan, porque se constituyen en las piezas fundamentales que transforman nuestro pensamiento, adaptándolo fielmente a la realidad percibida y nos permite progresar adecuadamente, a medida que la partida transcurre.

  Hemos de entender que ése pensamiento ancestral surgió en un primer momento como una copia (imagen) fidedigna de la realidad natural  que fue percibida por los sentidos de los primeros seres humanos (observación); de esa imagen surgida, derivó el lenguaje, la lógica y el pensamiento. Pero tristemente, a medida que nuestro pensamiento se hacía más complejo también posibilitó la transformación de esa realidad, convirtiéndose ésta finalmente en la triste figura de nuestro pensamiento. Así de éste modo, en un circulo vicioso fuimos transformando progresivamente pensamiento y realidad, hasta llegar al punto donde nos encontramos actualmente, donde es muy difícil separar lo natural de lo superfluo. El concepto sustituye a la realidad natural, y en gran medida vivimos de las contingencias que ellos nos muestran, donde la verdad se escapa en un sinfín de posibilidades, sin que ninguna se convierta en definitiva. Por tanto creo, que nos sobran conceptos y nos falta observación (sentir), porque sin ella nuestros pensamientos se nutren de informaciones difícilmente entendibles que acaban perturbando nuestra lógica de las cosas, que no es otra cosa que el sentido común, que a buen seguro, nuestros antepasados del paleolítico nos  hubiesen enseñado mucho de él. Aunque tampoco hace falta remontarse tan atrás, seguro que conocemos a gente sencilla capaces de manejarse por éste mundo tan caótico, únicamente con ese extraordinario sentido.

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