sábado, 10 de noviembre de 2012

LA IMPORTANCIA DE LA OBSERVACIÓN


   "Son muchas las dotes del ser humano, pero sin duda una de las más importantes es la observación, pues supone el primer peldaño en la escalera del conocimiento. Sin ella nos hemos de inundar de datos que no nos pertenecen y que hemos de tomar prestados de otros. Supone tejer una realidad con la incertidumbre de su procedencia. Es como el rompecabezas que trata de montar una imagen sirviéndose de piezas huérfanas de otros puzzles. El conocimiento requiere nutrirse de porciones de realidad, que ensambladas adecuadamente muestren un espejo fidedigno del mundo. Ésta imagen, extraída de la realidad, conforma nuestra subjetividad, y por tanto queda sometida a la contingencia del tiempo. La importancia de operar con una copia acertada de la realidad es fundamental para inferir consecuencias acertadas. 

  Cuando se trata de retazos de la realidad, el ser humano se sirve únicamente de su percepción, pero el mundo es algo más que objeto y sujeto. Las sutilizas que se entretejen entre ambos, requiere de una herramienta mucho más compleja,  la sensibilidad. 

  Mientras, que la percepción, es una herramienta calibrada únicamente por nuestros sentidos, la sensibilidad, es capaz de penetrar en el entramado de las relaciones que se producen entre objeto y sujeto, para obtener una copia "viva" de realidad. 

  Cuanto más potenciemos esa sensibilidad, mejor capacidad de comprensión tendremos de nuestro entorno, y por ello, mayor posibilidad de conocer las reglas que operan el mundo. La sensibilidad, nunca se limita a la absorción de grandes escenas, sino todo lo contrario, ella se apoya en las insignificancias que suelen pasar desapercibidas de la realidad, y descubre sutiles puentes entre los elementos del mundo. 

  Si consideramos las infinitas combinaciones que operan las relaciones entre dichos elementos, como un juego, la sensibilidad es quien descubre sus REGLAS. Conocerlas supone afrontar la existencia  en intima conexión con esa "realidad viva" que acontece a pesar nuestro, en lugar de vivir en un mundo paralelo, doblegado y falso.

  Descubrir las reglas del juego, se impone como una necesidad, pues nosotros, como un elemento más del mundo, estamos sometidos a sus imperativos; intentar existir con su desconocimiento, supone avanzar por un camino sinuoso con los ojos vendados, donde tarde o temprano acabaríamos atravesando los limites que separan la vida de la muerte.

  No todas las reglas del juego tienen la misma importancia vital,  pero que duda cabe, que hasta las más insignificantes, puede condicionar nuestra existencia. Por otro lado, resulta imposible poder conocer todas las que existen, pues eso nos permitirían sortear los abismos indefinidamente, algo que está en contra de la propia partida, ya que el juego, tarde o temprano, ha de acabar. 

  Pero jugar la partida, que es nuestra existencia, con el conocimiento de un buen número de reglas, nos dará la posibilidad de llegar hasta el final si queremos,  y aunque nunca podremos ganar, en algún momento incluso, disfrutaremos de lo que estamos haciendo. Lo que sí es realmente una lastima, es que en esos momentos de gozo, y de forma inesperada, el juego tenga que finalizar por culpa de nuestro desconocimiento sobre ellas".

  Ser selectivo,en su conocimiento, parece ser lo más inteligente, pues una vida finita ha de colmarse de las reglas que tienen una importancia vital para nosotros. Es una pena, que nuestra actitud en éste sentido, esté cambiando, y nuestra existencia prefiera arroparse de datos que poco o nada pueden hacer por mejorar nuestra calidad de vida, por que sin darnos cuenta estamos supeditando lo principal a lo superfluo. 

  Si nuestro deber es vivir, y conocemos las reglas para hacerlo, podremos por lo menos intentar un buen juego. Si nos tomamos la partida con ligereza, tarde o temprano, y sin saber realmente el porqué, acabaremos apeados de ella. Éstas reglas, que la gran mayoría de las veces no se encuentran en ningún escrito, sino esparcidas en la realidad, deben ser rescatadas gracias al concurso de nuestra sensibilidad, pues ella es la única capaz de descubrir los hilos invisibles que cosen los elementos que conforman el mundo, y que almacenados finalmente en nuestra memoria, constituyen el mayor de nuestros tesoros: la experiencia.

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