sábado, 9 de mayo de 2015

RESISTENCIA A LA INSULINA EN EL TEJIDO ADIPOSO

   No, para nada el post anterior dejó las cosas claras... Creo que la ambigüedad y la indefinición quedaron bastante patentes en todos y cada uno de los puntos señalados como los errores más habituales a la hora de adelgazar. Es cierto que nuestra propia subjetividad podría condicionar la posibilidad de encontrar algunos principios generales que aplicar a la hora de tratar de alcanzar ese loable objetivo, pero, aun no pudiendo determinar con exactitud matemática el mejor procedimiento a seguir, sin duda, existen puntos en común que podrían estar por encima de cualquier diferencia personal.

   Creo que el primer paso debería ser clarificar nuestros objetivos..., saber qué es lo que realmente queremos hacer y hasta dónde estamos dispuestos a llegar. La alimentación y el deporte son nuestras herramientas más potentes, y con ellas debemos trabajar, no tanto la suplementación, que debería ser, en cambio, el recurso a utilizar en momentos puntuales y sólo en caso de ser necesario.


    El deporte y alimentación son los remos de nuestra embarcación que deben bogar con escrupulosa simetría a fin de evitar trazar círculos concéntricos en el mar de nuestras esperanzas. Pero, ¿hacia dónde? Sin referentes en el horizonte a los que dirigirnos, podría parecer que corremos el riesgo de perdernos en la inmensidad de un océano que no da nunca pistas del camino a seguir; ni tan siquiera esa espuma efímera, que dejamos tras la corriente que nos arrastra, es suficiente para determinar el destino final de un viaje que a priori se antoja arbitrario y desconocido, pero, por suerte nuestra, 
no son múltiples los caminos los que debemos recorrer, sino uno, aquel que nos lleva a encontrar el equilibrio (¡qué difícil! ¿Verdad?)


    Y en esas estamos...

   Bueno, es cierto que no se puede achacar a la falta de actividad física el aumento del tejido adiposo, pues en la mayoría de las ocasiones este aumento es el reflejo de una ingesta desmesurada de calorías en comparación con el gasto. Y, sí, los excesos nos engordan a todos, aunque con límites diferentes. 

  En el anterior post, vimos la importancia de actuar en los dos frentes, reducción vía ingesta y aumento del gasto energético, y en este último caso, la importancia que adquiere
 la actividad física de carácter no voluntario en contraposición a esa otra actividad física asociada a la alta intensidad  que comporta además un enorme sacrificio (todo hay que decirlo). Pero no debemos pensar que el máximo esfuerzo es el tipo de actividad que más contribuirá a devorar esos antiestéticos michelines, y aunque no le quito su mérito, porque en su justa medida lo tiene, se tiende a exagerar sus efectos en cuanto a la mejora de la composición corporal se refiere. Nada más que hay que adentrarse en cualquier gimnasio para ver el elevado grado de definición muscular alcanzado por muchos de los entusiastas que trabajan hasta la extenuación en un sinfín de series llevadas hasta el fallo muscular o más allá, arrastrando más kilos de los que buenamente pueden (sarcasmo). ¡Ojo! Que lo mismo ocurre con quienes prefieren DESGASTARSE realizando multitud de clases colectivas llevadas, como siempre, al extremo. Supongo que el grado de exaltación que se alcanza por la mezcla de música y sudor nos lleva a rendir con más "revoluciones" que un coche de alta gama. Pero estos sacrificios tan enormes no tendrán el impacto esperado si antes no somos comedidos con las calorías ingeridas (ni tan siquiera cuando lo que se pretende es sustituir tejido adiposo por masa muscular). En definitiva, no estoy diciendo que no haya que emplearse a fondo de vez en cuando, pero el peso real de nuestra actividad física debería recaer en aquella que no comporta "voluntariedad" (NEAT) y en la que, comportándolo, realizamos de forma más extensiva en intensidades bajas y moderadas. 

  ¿Qué es lo que tiene de particular este tipo de actividad física de tan poca intensidad? Sencillamente la predisposición a consumir las calorías procedentes de los lípidos de los que tanto nos queremos desembarazar. Pero para que esto ocurra eficazmente, nuestra alimentación debería "remar" a favor. Comer grasas para quemar grasas suena bien, pero, ¿realmente es necesario restringir un macronutriente como los hidratos de carbono para incentivar este proceso? Bueno, ya veremos...

   En situación normal, mientras dormimos, nuestro cuerpo debería poder obtener energía, preferentemente, de los lípidos, ya que la bajada de los niveles de insulina, permitiría la hidrólisis de los triglicéridos del tejido adiposo. Esta disminución de los niveles de glucosa en plasma favorecerá el uso de los ácidos grasos como fuente de energía que se mantendrá mientras no se ingiera alimento alguno. Después del desayuno, la situación se invierte, y el aumento de los niveles de glucosa e insulina producirá una conmutación del sustrato energético a emplear, siendo ahora la glucosa la que se empleará principalmente. Precisamente, esta es la idea que subyace en los ayunos intermitentes que tratan de retrasar el inicio de esa primera comida, forzando a nuestro cuerpo a seguir en el modo "quema de grasas". Cuanto más eficaz sea nuestro cuerpo usando los lípidos mayor será el ahorro que se producirá en el glucógeno (hepático y muscular) y/o glucosa plasmática. Esto es importante. 


   Pero, siempre digo, la teoría muestra el lado más hermoso, luego a la hora de la verdad las cosas no son siempre como se "pintan..."


   Hay un concepto que suelo emplear bastante y es el de flexibilidad metabólica (FM), esta es la capacidad para conmutar de sustrato energético en función de las circunstancias, de tal forma que durante el ayuno o una situación que produzca una bajada de glucosa nuestras células DEBERÍAN utilizar preferencialmente los ácidos grasos como fuente de energía y viceversa; tras la estimulación insulínica que produce la ingesta de alimentos, el sustrato a emplear debería ser la glucosa. Esto se evidencia por el cociente respiratorio que es la relación entre el volumen de CO2 espirado y el volumen de O2 consumido, lo que nos da un valor que nos permite conocer exactamente la proporción que se está utilizando de cada uno de ellos. Cuando el valor arrojado es próximo 0'7,  significa que se están oxidando grasas y cuando el valor se acerca a 1, son los azúcares. Las cifras intermedias reflejan un consumo mixto, proporcional a la proximidad de dichos extremos. La gran diferencia entre las personas delgadas y obesas es que las primeras exhiben un cambio muy marcado del sustrato energético utilizado, mientras que los segundos se muestran incapacitados para conmutar adecuadamente entre el uso de las grasas y los azúcares, lo que genera valores muy similares entre el ayuno y el estado alimentado.    
  
  Siempre se ha considerado la diabetes o situaciones prediabéticas, como un problema derivado del metabolismo de la glucosa, pero en realidad el problema es mixto y el metabolismo de los ácidos grasos también se encuentra alterado.

 Hasta ahora sabíamos que en el estado de obesidad se produce una mayor expresión de citoquinas proinflamatorias, siendo las responsables de la inflamación de bajo grado que subyace en la resistencia a la insulina. Pero ahora también sabemos que independientemente a esta circunstancia, el adipocito hipertrófico también es resistente a la insulina (aquí). ¡Vale! ¿Y qué tiene que ver esto con oxidar más o menos grasas? Me temo que mucho. Cuando nuestro adipocito se vuelve resistente a la acción de la insulina, este deja de contribuir a la homeostasis de la glucosa al disminuir su captación y aunque esta, en comparación con la que realiza el tejido muscular, no sea muy significativa, la RI en este tejido también produce otros efectos como la desinhibición de la hormona sensible lipasa (HSL), que provoca una lipólisis descontrolada con aumento del flujo ácidos grasos libres plasmáticos (FFA) Pero, ¿esto no es positivo?, ¿no contribuye a disminuir el tejido adiposo y a que se oxiden más esas grasas? En principio, esto es lo que parece decirnos la lógica, pero un desequilibrio entre la producción de FFAs y su oxidación podría causar efectos deletéreos en todo el organismo. Veamos esto más detenidamente.

   En condiciones normales, tras la ingesta de alimentos, se produce una elevación de la glucosa y un concomitante aumento de los niveles de insulina, con las siguientes consecuencias:
  • Disminución de la liberación de FFAs por la inhibición de la HSL.
  • Supresión de la producción hepática de glucosa.
  • Estimulación de la captación de glucosa por tejidos periféricos, como el músculo esquelético (80%) y tejido adiposo (5%)
 Posteriormente, durante el ayuno, como puede ser durante las horas de sueño, la bajada de los niveles de insulina desinhibe la HSL favoreciendo la lipólisis. Esta doble circunstancia (baja insulina y aumento FFAs) propicia:
  • Disminución de la captación de glucosa por los tejidos periféricos como músculo y tejido adiposo, pues esta se preserva principalmente para  satisfacer las necesidades del cerebro que además puede captar glucosa de forma INDEPENDIENTES A LA ACCIÓN DE LA INSULINA (50-60% de la glucosa)
  • Estimulación de la producción hepática de glucosa (gloconeogénsis y glucogenolisis).Esta producción hepática de glucosa debe estar acoplada perfectamente a las necesidades orgánicas para que se mantenga siempre en el rango adecuado.
   Mientras que en la primera situación descrita se consume principalmente glucosa, en la segunda, son los ácidos grasos el sustrato más utilizado. Pero, claro, estamos hablando de una situación normal. Cuando empieza a aparecer resistencia a la acción de la insulina, este esquema comienza a modificarse. La obesidad se caracteriza por una disminución de la sensibilidad a la insulina, esto significa que se necesita más cantidad de insulina, no sólo para su mantener su función hipoglucemiante, sino también, para inhibir la HSL y sumprimir la producción endógena de glucosa. Si con algo más de insulina somos capaces de conseguir que estas funciones se realicen convenientemente, no evidenciaríamos problemas serios; tan sólo un pequeño retardo en su acción y, quizás, un ligero aumento de la glucosa plasmática debido a una disminución en la síntesis de glucógeno, pero, en definitiva, podríamos considerarnos "sanos" (o casi),pero si esto no cambia, llegará el momento en el que las células beta del páncreas se vean incapacitadas para llevar la producción de insulina al rango fisiológico que pueda superar esta resistencia. En ese momento nos habremos convertido en diabéticos. Pero desde una manifiesta sensibilidad a la insulina hasta ser catalogados como enfermos (esperemos que no) existe una multitud de pasos intermedios. El problema principal es que la persona obesa puede haber recorrido ya un camino importante en este deterioro orgánico sin haber percibido nada más que un ligero aumento de la glucosa en ayunas, y esto puede hacernos pensar que nos encontramos más o menos bien, y lo estaremos en teoría mientras el páncreas sea capaz de ir superando progresivamente la creciente resistencia hormonal, pero, tarde o temprano, llegará el momento en que esta resistencia sea insuperable, entonces es cuando se precipitarán dramáticamente los acontecimientos.

  Podríamos pensar que los carbohidratos han sido los culpables de esta situación, pues ellos obligaron al páncreas hasta el punto de dejarle agotado, pero esta visión tan simplista no reproduce exactamente la realidad de los acontecimientos. No son los carbohidratos los que "agotan" a nuestra fábrica de insulina, es la inflamación y la hipertrofia del adipocito lo que puede causar resistencia a la insulina en el tejido adiposo (principalmente en el visceral). Cuando esto sucede, la acción antilipolítica de la insulina deja de efectuarse y produce un aumento del flujo de FFAs, exacerbando la resistencia en músculo e hígado.

    La elevación de FFA en plasma conduce a un aumento de las concentraciones de acil CoA graso, diacilgliceroles,  y ceramidas en el miocito (célula muscular) que activan la proteína quinasa C (PKC) aumentando la fosforilación en serina del sustrato receptor de la insulina (IRS-1) e impidiendo la correcta translocación de los transportadores GLUT-4 a la superficie de la membrana, disminuyendo la captación de glucosa. También, la activación de PKC afecta a la enzima glucógeno sintasa, deteriorándose la síntesis de glucógeno. Paralelamente, en el hígado, además de la activación de la PKC con idénticos resultados que en el músculo, la oxidación de estos "ilimitados" FFAs dará como resultado un exceso de Acetil CoA que activará varias enzimas claves en la gloconeogénesis como la piruvato carboxilasa y la glucosa-6-fosfatasa, esta última es la que permite la liberación de glucosa desde el hígado a la circulación (el músculo carece de esta enzima). Pero, y en consonancia con esto, la propia inflamación que genera la expansión del tejido adiposo tiene una contribución similar a la causada por los FFAs. Aunque no sólo afecta a músculo e hígado...,hemos mencionado que el páncreas puede solventar la pérdida de sensibilidad a la insulina mientras sea capaz de aumentar la producción de esta hormona, claro, mientras sea capaz..., pero tenemos que tener en cuenta que los FFAs no sólo se infiltran en miocitos y hepatocitos con los efectos deletéreos mencionados, también lo hacen en las células beta del páncreas causando su apoptosis (aquí), por lo que tarde o temprano su capacidad superar mayores exigencias se verá definitivamente truncada.

   Volviendo a la dieta, no podemos caer en la idea errónea de que una dieta alta en carbohidratos va a causar intolerancia a los mismos por el mero hecho de comerlos. El que nuestro páncreas deba segregar insulina para poder mantener la glucemia en el rango óptimo tras una comida rica en hidratos, no significa que este patrón de comidas ricas en carbohidratos nos convierta con el tiempo en personas diabéticas. Vemos que la cosa no es tan simple como nos la pintan habitualmente. Es cierto que una vez que se pierde la adecuada sensibilidad a la insulina nos volvemos más "intolerantes" a los carbohidratos, por lo que una reducción ligera de los mismos puede ser beneficiosa en el metabolismo de la glucosa y en la mejora de la composición corporal como indica este estudio, pero si somos delgados y sensibles a la insulina, una reducción de los mismos no tiene tanto sentido, sobre todo si nuestra actividad física es muy intensa. Tenemos que pensar que la diabetes no sólo puede ser causada por factores ambientales, también los genéticos adquieren especial importancia en el posible desarrollo de esta enfermedad, en cuyo caso una dieta alta en grasas podría precipitar su aparición como muestra este otro estudio. Como vemos, todo es mucho más complicado de lo que parece, y la infinidad de tonos grises con los que siempre nos topamos, nos debería hacer abandonar la tentación de reducir todo al blanco o al negro.

  Nuestro cuerpo, en principio, debería encontrarse perfectamente calibrado para poder utilizar indistintamente la glucosa y los ácidos grasos en función de las circunstancias. Después de la ingesta de alimentos, el aumento de la insulina debería propiciar la oxidación de la glucosa y la síntesis de glucógeno tanto en el músculo como en la célula hepática, impidiendo además la producción hepática de glucosa.  Si aún así, existe un exceso de glucosa, el hígado y el propio tejido adiposo podrían almacenarla en forma de triglicéridos para ser utilizados con posterioridad (la fabricada por el hígado podría ser exportada en forma de VLDL), ¿en qué momento se utilizaría?, pues precisamente cuando en plasma la glucosa fuese baja (periodo de ayuno). En este momento, la desinhibición de HSL procuraría el aumento de FFA que serían utilizados como fuente de energía. Además estos FFA estimularían, como hemos visto, la producción de glucosa hepática que sería utilizada para los tejidos independientes a la acción de la insulina como puede ser el cerebro. En este caso la tasa de producción estaría íntimamente relacionada con su consumo, de tal forma, que la concentración de glucosa en sangre durante el ayuno debería permanecer estable.

  Sólo cuando nuestro tejido adiposo se vuelve resistente a la insulina sobrevienen los problemas. Pues la lipólisis desmesurada aumentaría la concentración de FFAs y estos aumentarían la producción de glucosa endógena, siendo esto independiente a los estado de alimentado o el ayuno. De tal forma que después de ingerir alimentos habría dos "entradas" de glucosa, la hepática y la procedente de los alimentos, lo que además de aumentar su concentraciones en plasma, también elevaría la producción de colesterol y triglicéridos. 

  ¿Qué es lo que nos llevó a esta situación? Opciones:

1.     Una dieta rica en hidratos de carbono.
2.     Una dieta rica en grasas.
3.     Una dieta rica en hidratos y grasas.
4.     Una vida sendentaria.
5.     Una dieta rica en calorías

 ¿Tú que crees...? 

  Bueno, lo voy a dejar aquí, porque no quiero que sea tan largo como post anterior (espero que esta vez no me lo copien, je,je...)

  En el siguiente vamos a ver como mejorar nuestra capacidad para oxidar ácidos grasos. 

3 comentarios:

  1. Carlos López dijo...
    Ya estoy deseando ver el siguiente post.
    Te necesito para no ser “blanqui-negro“. Tiendo a simplificar en demasía, que si cetósis lo mejor..., ayunos lo mejor... Sigue así.

    Nota: por problema con mi dispositivo, espero no haber publicado más de una vez este comentario. Sí es así, perdón.

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  2. Yo no se como conseguir la mejor versión de mi mismo... aparte de esto.. hay tanta información y tan contradictoria y tan desordenada por internet que tonar un camino o dirección se hace imposible.. por lo demás tus post geniales! a ver si me aclaro.. con la comida y los ejercicios que cada día se menos.

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  3. Dios mío hay tanta información en internet que ya ni sabemos a donde mirar. Pero veo mucha lógica y veracidad en tus argumentos, yo creo que soy resistente en mi tejido adiposo por mas que coma no engordo y estoy teniendo episodios severos de hipoglicemias, no se si esto me sucede a nivel intestinal o si es algo inflamatorio. Me gustaría que me pudieras ayudar, que opinas del uso de antiinflamatorios ? Como la aspirina para lidear con esto?. Y quisiera saber si tienes algún artículo relacionado con la flora intestinal y como re establecerla. Que puedo hacer para revertir esta resistencia?. No se porque mi cuerpo no almacena creo que a nivel muscular tampoco lo hace. Así que estoy en un laberinto ya ni duermo por miedo de una hipoglicemia.

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