Es cierto que la mayoría de los medicamentos actualmente empleados son sólo útiles para paliar los síntomas de una enfermedad concreta, pero lo que se dice curar..., eso es ya es otra historia. Tal vez, los únicos fármacos con esa capacidad milagrosa de sanar sean los antibióticos, aunque no todo lo que bien empieza acaba del mismo modo. Hemos de entender que su uso trae una serie de consecuencias nocivas para nuestra salud. Efectivamente, las bacterias, causantes de la enfermedad a tratar, no serán las únicas aniquiladas por los antibióticos empleados; existen otras bacterias, que conviven con nosotros y cuya función en la salud está fuera de toda duda, que serán barridas con la misma contundencia. Lógicamente de esta última cuestión no reportaremos una sensación concreta, algo que podría llevarnos a pensar que dicha "poción milagrosa" carece de efectos nocivos. Sí es cierto que el uso desmedido de los antibióticos está causando resistencias bacterianas difíciles de erradicar y que podrían aumentar la morbilidad y mortalidad en determinados pacientes con un sistema inmunológico más comprometido, caso de ancianos y/o recién nacidos. Pero no me voy a referir a los riesgos, por otro lado nada desdeñables, que conllevan los antibióticos en relación a esta última cuestión, sino al deterioro de nuestra microbiota intestinal.
Cuando decidimos emplear un antibiótico con el fin de erradicar una infección concreta, estamos actuando indirectamente sobre las bacterias pobladoras de nuestro tracto gastrointestinal, algo para nada insignificante. Hemos de entender que estamos colonizados por 1x1014 bacterias, es decir, 10 veces más que el número células de nuestro cuerpo, y 15 veces más genes que el propio genoma humano, repartidas en más de 1000 especies diferentes; las cifras son, simplemente, abrumadoras. Estas bacterias tienen funciones vitales para nuestra salud, pues ellas participan en funciones tan importantes como la respuesta inmune innata (natural) y adaptativa (adquirida); el metabolismo de hidratos de carbono con la producción de ácidos grasos de cadena corta; favorecen la absorción de iones como el calcio, el magnesio y el hierro; produce vitaminas como la B12, K, ácido fólico, biotina y ácido pantoténico; sintetiza aminoácidos a partir de la urea y el amoniaco; controlan la diferenciación y proliferación de las células epiteliales del intestino; impiden la colonización de otras bacterias oportunistas, segregando sustancias antimicrobianas, etc, etc, y seguro que muchas más funciones por descubrir. Pues bien, cuando usamos antibióticos debemos tener presente las graves consecuencias que esto tendrá en nuestra salud. Simplemente de pensarlo se me ponen los pelos de punta..., pero es cierto que en determinadas ocasiones no queda "más remedio", aunque lo pongo entre comillas, pues en otras tantas, las infecciones que llegamos a padecer son la consecuencia de nuestros hábitos. Y no por mala higiene precisamente, pero el estrés, como vimos en el post anterior, es un potente supresor del sistema inmunológico, y no debemos pensar simplemente en el de tipo psicológico o emocional, que va, cualquier situación que atente contra nuestra homeostasis orgánica podría propiciar una bajada defensiva. Y en este sentido señalo también a los entrenamientos extenuantes que bajo el lema "no pain no gain" hacemos como único camino para alcanzar nuestros objetivos deportivos.
Es cierto que después de su uso, si se emplean los probióticos adecuados, (yogur, kefir, chucrut, miso) podrían recuperarse las cepas afectadas, aunque también es cierto que no siempre ocurre de este modo, lo que podría propiciar alteraciones en la composición de la flora intestinal que deriven en futuros problemas de salud, como puede ser la elevación del riesgo de obesidad. Pero si hay alguien susceptible de que esto ocurra son aquellos que cuya microbiota intestinal está en proceso de maduración, me refiero a los bebés.
Según un estudio publicado en International Journal of Obesity la exposición a antibióticos durante los 6 primeros meses de vida está asociado a un mayor incremento en la masa corporal, pasado este tiempo no parece existir una asociación tan consistente (aquí). Pero si tenemos en cuenta además otras cuestiones como el parto por cesárea (aquí), o el destete prematuro del bebé (aquí), creo que podríamos tener una visión bastante acertada de cuál podría ser su futuro en la edad adulta. No quiere decir esto que se deba de cumplir en todos los casos, pero es un gravamen con el que hay que contar. La obesidad se ha convertido en una epidemia de consecuencias funestas para la salud, y nuestras bacterias intestinales tienen mucho que decir sobre este asunto, si somos cuidadosos con ellas, sus beneficios nos otorgarán una salud inquebrantable, pero si no respetamos a aquello que más nos define (recordad que por número y genes somos más bacterias que persona), los problemas no tardarán en aparecer. Y esto ya se intuía sabía hace más de 2400 años, cuando Hipócrates dijo: "todas las enfermedades comienzan en el intestino"
Y ¿qué podemos hacer? Es imposible leer tu post y no hacerse esta pregunta...
ResponderEliminarEn muchas ocasiones el uso de antibióticos es imprescindible, y no hay más vuelta de hoja, pero es cierto que en otras ocasiones, más en el pasado que en la actualidad, todo hay que decirlo, se han utilizado de un modo quizás menos "racional", lo que ha podido producir ciertos trastornos en nuestra microbiota intestinal, tal vez de modo irreparable. Creo que este es el primer punto a tener en cuenta, no sólo hay que evitar el abuso pensando exclusivamente en las resistencias bacterianas, sino también en los efectos sobre la flora intestinal.
EliminarPor tanto, creo que no estaría de más que los médicos cada vez que prescriban el uso de estos medicamentos receten del mismo modo ciertos probióticos para evitar que algunas cepas puedan desaparecer irremediablemente. También como he indicado en el post, alimentos como el yogur, miso, kefir, chucrut, pueden ser interesante como parte de nuestra dieta habitual, pero incidiendo especialmente en los momentos en que se consumen antibióticos. También se debería incluir bastantes fuentes vegetales, ricos en prebióticos, al estimular el crecimiento de bacterias saludables.
Y en cuanto al caso concreto de los bebés, es cierto que posiblemente ninguna de las tres causas pueda ser evitada completamente, pero tenerlas presente puede ser importante para que prestemos un mayor control dietético durante su futuro desarrollo evitando de este modo el sobrepeso u obesidad.