sábado, 3 de agosto de 2013

MÁS ES MENOS

     Me quedan 12 días para terminar con mi "experimento", y las conclusiones que estoy obteniendo son simplemente satisfactorias. Sigo sin síntomas de sobreentrenamiento alguno, aunque para ser sincero creo que hacía tiempo que no me encontraba tan bien, y a la vez tan alejado de dicha condición. 

       No he descansado, en más de mes y medio,  ni un solo día, y el gasto diario siempre ha sido superior a las 2500 kcal, algo que en otro tiempo me habría arrastrado como poco a una fatiga acusada. Pero no, ésto no ha ocurrido, todo lo contrario he ido mejorando progresivamente en mis actividades física y aunque no pretendía mejorar mi rendimiento, que ya consideraba elevado (para mi edad je,je), he logrado unas prestaciones similares a las mantenidas en los mejores momentos de mi juventud más competitiva. Es cierto que los años en la paleodieta han influido; la mejora en la calidad de los alimentos consumidos redunda en un beneficio físico fuera de toda duda, pero no lo suficientemente elevado como devolverme aquellas sensaciones de plenitud experimentadas hace ya bastantes años. Algo distinto viene de la mano de la combinación de ejercicio físico y alimentación, aunque no vale para ello ni cualquier alimento, ni cualquier ejercicio. 


      Me pregunto el porqué de ésta mejoría postrera que ya pensaba perteneciente al reino de los recuerdos; sólo me cabe especular... En mi cabeza giran varios conceptos: nutrientes, supercompensación y flexibilidad metabólica. Ellos tienen la respuesta. 

      Empecemos con el primer punto. El ser humano en su evolución tuvo que hacer frente a una serie de circunstancias totalmente diferentes a las actuales, eso está claro, pero que duda cabe que seguimos respondiendo del mismo modo a como lo hacían aquellos hombres de paleolítico. Si pudiésemos capturar y traer a nuestro tiempo a uno de aquellos seres y le sometiéramos a nuestras costumbres modernas, sin duda podría llegar a experimentar los problemas de salud típicos de nuestro presente, y éso a pesar de poseer una impecable flexibilidad metabólica. De hecho, éso mismo es lo que ha ocurrido con determinadas poblaciones de cazadores-recolectores que aún subsisten en nuestra civilización, cuando han sustituido sus costumbres ancestrales por hábitos pocos saludables. Pero del mismo modo, si hiciésemos el recorrido en sentido inverso, es decir una persona obesa y con cierta resistencia a la insulina se trasladara a aquel entorno tendría dos únicas opciones o recuperaba su flexibilidad metabólica o morir, no de diabetes pero sí de hambre. ¿Qué quiero decir con ésto?, pues que aún se puede recuperar ése estado previo del ser humano (o próximo) si se reproducen las condiciones adecuadas. ¿Y cuáles fueron esas condiciones?, ésa es la clave.

     Nuestra paleodieta es una aproximación, pero no es suficiente. Basar nuestra alimentación en productos naturales es sin duda una ventaja incuestionable en comparación con la alimentación moderna rica en productos elaborados y azúcares, pero no nos otorga todos los beneficios pretendidos. Cuestiones como la cantidad de alimentos consumidos, la proporción de macronutrientes, las ingestas diarias y los periodos de ayuno, son en definitiva desconocidos, y ésto es así porque el azar es quien otorga las respuestas a las cuestiones planteadas. Por tanto, algo que no está reglado no puede pautarse de manera arbitraria. Ésa es la primera regla. Nuestra tendencia es a seguir las normas, y es lógico que ésto deba ser así; la complejidad de nuestra sociedad requiere de ciertos preceptos  que regulen al menos nuestra convivencia de la forma más armoniosa posible, pero ésa tendencia puede aniquilar completamente nuestra propia esencia de ser natural que aún seguimos poseyendo. Nuestra domesticación a través de la norma incapacita ciertas habilidades esgrimidas durante el transcurso de nuestra evolución que sin duda alguna son perjudiciales para nuestra salud. Nuestra dieta debe girar en función de algo que no sea una regla arbitraria elegida por un consenso de "profesionales" que se encargan de velar por nuestra integridad (je,je), pero ese algo no puede ser sustituido por nuestro libre albedrío. No es éste el azar al que me refiero, ese azar debe configurarse por algo ajeno a nuestra propia voluntad o decisión..., ese algo es nuestro entorno. Claro que nuestro entorno actual ayuda podo en éste sentido, por lo que no nos queda más remedio que tratar de solucionar ésta "sutil" cuestión recurriendo al segundo punto, la compensación. 

     La supercompensación es algo que introduce a su vez otro concepto, el de actividad física. Podemos decir que el ser humano en el transcurso de su evolución no realizó actividad por el hecho de realizarla, ésto es obvio, la pura necesidad es la que se constituía en el motor del movimiento. Y ésta necesidad no es otra cosa que la búsqueda de alimentos. Comer significa cazar, o recolectar. Dos acciones para un mismo fin: alimentarse. Todos hemos de procurar, al menos mentalmente, intentar reproducir el grado de dificultad que supone obtener alimentos de la propia naturaleza; incluso para auténticos depredadores esto no era una labor sencilla. El perfeccionamiento se constituía en una necesidad para lograr la supervivencia. Pero  cuando hablo de perfeccionamiento no sólo me refiero a la técnica empleada para dicho fin, que también, (algo de lo que hablaré quizás en otro momento), sino más bien a ese perfeccionamiento físico tan necesario para obtener las máxima expectativas de éxito en nuestra búsqueda de alimentos. La capacidad física se constituía de éste modo en un don necesario para asegurar la supervivencia. Cuanto mayor fuese nuestra fortaleza física mayor expectativas de solventar las adversidades propias de un entorno francamente difícil. Esas facultades se van constituyendo progresivamente en función de las circunstancias, de tal forma que las actividades físicas que realizaban diariamente provocaban las adaptaciones necesarias para lograr mejorar sus propias capacidades. Hoy en día esa mejora en las capacidades física no sucede de manera natural sino de forma totalmente pretendida. El aumento del rendimiento se constituye en el referente buscado por atletas y entrenadores con el fin de lograr el éxito deportivo. Pero una mala gestión de nuestras auténticas capacidades puede abocarnos al sobreentrenamiento y al desgaste prematuro. Todos los procesos deben suceder de una manera natural y progresiva. El entrenamiento debe servir para emular las circunstancias de un entorno que no necesita de la obligatoriedad del movimiento como ancestralmente sucedía. Pero en ésta dinámica la prisas siempre acaban imponiéndose en la consecución de resultados, lo que sin duda podría ponernos en el lugar opuesto a donde realmente prendemos ir. Por otro lado, muchos deportistas emulan actividades o entrenamientos de deportistas de élite al considerar que ése camino es el adecuado para obtener idénticos resultados, pero la realidad es que muchos de esos logros no pueden ser explicados únicamente por sus excelentes cualidades físicas...Todos partimos de unas virtudes y unos defectos con los que hemos de configurar un físico humanizado pero que por encima de todo sea saludable. Aquí no puede imperar el "todo vale". 

      Con éste experimento que estoy llevando a cabo, me he dado cuenta que un alto volumen de trabajo de baja a moderada intensidad, me ha situado en un excelente estado de forma física, quizás el mejor de mi toda mi vida. Siempre he acostumbrado a entrenar al limite llevando mi cuerpo a más, siempre a más, ésto como ya sabéis lo que me leéis me llevó a muchas lesiones, algunas incluso serias, pero además, y  ahora lo sé,  limitó mis auténticas posibilidades. Mi capacidad para compensar los sucesivos entrenamientos estaba desbordada completamente, lo que me mantuvo próximo a ése umbral del sobreentrenamiento durante muchos años. Está claro que cuando uno realiza las cosas, siempre piensa que está haciendo lo mejor, y no se plantea si en realidad se puede hacer de otro modo, pero por otro lado, el resultado que se obtiene con ello es siempre considerado el acorde a tus facultades. Nada más lejos de la realidad, al menos en mi caso.
Ésa incapacidad de compensar adecuadamente el ejercicio realizado fue cercenando mis posibilidades reales, y además me alejó de ése estado óptimo de salud que todos ansiamos poseer. Y para entender el porqué no queda más remedio que echar mano del tercer punto: flexibilidad metabólica. 

     Éste es quizás el punto más importante de todos, porque en realidad es el enlace entre el primer y segundo concepto. La relación entre la nutrición y la capacidad para compensar los entrenamientos se encuentra en el concepto de flexibilidad metabólica. Ésta es nuestra capacidad individual que nos otorgará la posibilidad de aunar nutrientes y actividad física con el fin de llegar a ése estado óptimo de salud que no es otra cosa que la máxima capacidad de resistencia orgánica ante circunstancias que pueden ser incluso diametralmente opuestas. La flexibilidad metabólica no sólo nos capacita para obtener energía de forma alternativa de los diferentes sustratos energéticos ingeridos, sino que nos posibilita una mayor capacidad para realizar una actividad física con la mayor eficiencia posible, economizando para ello los recursos disponible. Ésta es la auténtica virtud del ser humano. Nuestro diseño nos permite obtener MÁS CON MENOS más con menos, ahí está la clave, y esto es algo que choca frontalmente con las circunstancias actuales. Nuestro mundo de la opulencia emboza el sutil calibrado de nuestro metabolismo que nos capacita para obtener resultados con los mínimos recursos posibles, y  no solo me refiero a los alimentos que ingerimos sino también con la actividad física realizada. Solamente actuando de éste modo podremos exprimir las virtudes engendradas durante miles de años de evolución; así es como funcionó, y así ha se seguir si queremos llegar a ese estado óptimo. 

     Todo esto podría parecer una idea delirante, pero estoy convencido que no es así. Comer 5000 ó  6000 Kcal diariamente o incluso más es simplemente absurdo para al ser humano. Intentar comer como un gigante para convertirte en un gigante sencillamente no funciona, al no ser que pretendamos romper los lazos naturales con nuestro pasado evolutivo y claro para ello también las drogas podrían ayudar. Pero no es ese el camino que hemos de seguir, entrenamientos con brutales intensidades y exceso calórico para conseguir aumentar nuestro rendimiento sólo nos conducirán al desgaste y a la enfermedad, pero cada uno debe elegir el camino que quiere seguir en la vida, eso es algo individual que solo le atañe a uno mismo, y la decisión adoptada será la mejor si libremente es elegida, pero el problema es cuando la decisión se hace desde el desconocimiento, porque lo normal es que las apariencias acaben engañándonos. 

      Sobre la flexibilidad metabólica he hablado en innumerables post, pero la idea que quiero transmitir es que hemos de conseguir la eficiencia de nuestro metabolismo, para ello lo que hacemos y lo que comemos influye de manera determinante en el resultado, y nuestro funcionamiento óptimo sólo se consigue cuando la nutrición y actividad física se desarrollan imitando aquellas circunstancias que diseñaron nuestros genes hace ya unos cuantos miles de años y no siguiendo los actuales cánonones de nutrición y entrenamiento, por mucho que le pese a algunos.

     En otro post hablaré de como planifiqué la comida y los entrenamientos durante éste satisfactorio experimento.

3 comentarios:

  1. hola, me encantaria saber tu rutina diaria de entrenamiento.
    La idea de alto volumen, entrenar todos los dias, moderada intensidaf y conseguir tan buenos resultados me atrae mucho
    quiero probar.
    y eso que no me quejo de mi estado fisico para mi edad.
    un saludo

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  2. ESPERO ESA RUTINA CON IMPACIENCIA, ALTO VOLUMEN INTENSIDAD MODERADA Y CONSEGUIR LA MEJOR FORMA POSIBLE , ME INTERESA MUCHO.
    ADEMAS DE LA PALEODIETA

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  3. La rutina y las conclusiones finales de este "experimento", por su extensión, será el tema del siguiente post.

    ¡Un saludo!

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