miércoles, 11 de septiembre de 2013

PAGANDO LA HIPOTECA

   Hoy en día es relativamente frecuente escuchar en los medios de comunicación e incluso en tertulias con los amigos que España y los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y que el crédito barato propiciado por nuestra entrada en el euro es el culpable de la lamentable situación de crisis que asola a nuestro país... supongo que algo de verdad tendrá esta frase, por no decir que bastante. Pero la responsabilidad también tiene nombres y apellidos concretos, como la aquellos (yo incluido) que en su momento decidimos comprarnos una vivienda amparada precisamente por esos bajos intereses. Ahora poseemos una vivienda que no vale ni por asomo lo que pagamos por ella, pero no por ello estamos exentos de devolver todo el dinero que los bancos en su día nos prestaron. Sí, efectivamente, nosotros también fuimos partícipes (en cierto modo), de esa situación que supuso la mayor burbuja inmobiliaria de España en toda su historia. Bueno, ¿y ahora qué?, pues nada, a devolver el dinero prestado hasta que pasados equis años nos encontremos de nuevo en la situación previa a todo éste embrollo.



  Os estaréis preguntando si es que ahora me dedico a la economía..., NO, POR SUPUESTO QUE NO, pero es verdad que veo un cierto paralelismo entre lo que acontece en el mundo económico y nuestro estado de salud. Podemos culpar de nuestras desdichas al estado, a los políticos, a las instituciones, a las farmacéuticas, e incluso a nuestra vecina del quinto, pero al final la última palabra la tenemos nosotros, y revertir una situación requiere de una férrea voluntad para lograrlo.

  El hecho de poder pagar la hipoteca de nuestra casa podría entenderse como una situación satisfactoria, e incluso ideal; al fin y al cabo es la única manera de poder acceder a una vivienda, ¿verdad?, pero NO, ni mucho menos es una situación ideal, es un mal necesario que durará hasta la conclusión de la última cuota, ¿y luego?, después de devolver el dinero prestado SÍ podríamos decir que llegaríamos al auténtico punto de partida donde se podría comenzar  a vivir con la calidad que presupone contar con más recursos económicos para ser empleados simplemente en nuestro bienestar. Con la dieta paleo podría pasar lo mismo; el hecho de llevarla, para algunos, podría ser una situación ideal al comprobar como su salud mejora de manera progresiva (se reduce nuestra carga hipotecaria je,je), pero mientras no se pague la última cuota no estaríamos en disposición de exprimir el autentico potencial que de manera implícita posee el ser humano. Voy a tratar de explicarme.

  Cuando una persona se acerca a la paleodieta por motivos de salud o simplemente con el fin de eliminar el exceso de kilos que se han podido acumular a lo largo de los años (es lo mismo), podría ser suficiente comer de forma más natural y realizar algún tipo de actividad física para lograr algunos resultados positivos, pero a todas luces insuficientes para lograr algo definitivo, y esto será así mientras no se pague  hasta "el último céntimo del dinero prestado". El mejorar no quiere decir solucionar, y esto significa revertir la situación hasta el estado previo. Mientras no lleguemos a ese punto final de ésta contingente trayectoria no podremos comenzar el auténtico camino. El desandar los pasos que se han dado de manera errónea no puede terminar de manera precipitada por considerar que ya se ha llegado a un destino algo mejor que la situación precedente.
Está claro que una alimentación y unos hábitos de vida equivocados van a HIPOTECAR NUESTRA SALUD por muchos muchos años, quizás tantos como una vida, aunque no solo las propias "incorrecciones" nos pertenecen con exclusividad;  las cargas pendientes se transmiten a los descendientes y ése legado hipotecario podría ser heredado por nuestros hijos no solo mediante el salto generacional que permite la epigenética sino también y de manera más simple por el mero aprendizaje conductual que los niños adoptan de sus progenitores. Por tanto, la paleodieta y el ejercicio físico son simplemente la cuota diaria que de ser pagada para revertir completamente los daños ocasionados por unos hábitos de vida mal planificados, propios o heredados. ¿Y luego? simplemente vivir, cada uno su propia vida, pero esta vez de manera plena, dedicando nuestro tiempo a  las actividades que más nos hagan sentir, porque de este modo cada minuto, cada segundo, será consecuentemente exprimido y aprovechado en aquello que de verdad importa. La paleodieta no es el fin, tan sólo el instrumento que nos permitirá vivir con plenitud. No quiero decir con ésto que luego podamos dejar la paleodieta, jamás esto puede suceder, lo que estoy queriendo decir es que no deberemos prestarla tanta atención ni a ella ni a la consecuente actividad física que lleva implícita. Hemos de entender que una vez pagada la hipoteca de nuestra casa todavía habrá otra serie de gastos que deberemos atender como aquellos necesarios para su correcto mantenimiento aparte de los derivados del consumo de servicios que tengamos contratados, dícese luz, gas, teléfono, internet, etc, e incluso otros gastos como impuestos varios (que no es poco), pero el pago principal habrá cesado, lo que nos permitirá vivir con el desahogo necesario para dedicar ese dinero a lo que realmente nos plazca (lo que importa). En este sentido aminorar la carga de nuestra deuda siempre será beneficioso e incluso se podría llegar a un punto considerado como tolerable, pero siempre hemos de procurar pagar todas y cada una de las deudas contraídas.

  La paleodieta es en definitiva, y perdonar por el paralelismo, como un producto hipotecario que nos va a permitir devolver nuestras deudas de la manera más eficaz que es posible. Pero hemos de llegar hasta el final, creedme, si no nos aplicamos de manera consistente, los resultados siempre serán parciales y existe un grado de potencialidad impensable al final del túnel  que es preciso alcanzar para comprender lo mucho que nos hemos perdido (si es que se puede). Se que para muchos será imposible alcanzar ese estado, pero el esfuerzo de aproximarse a él es el precio que ha de ser pagado por vivir en un mundo tan distorsionado, viciado y hostil como el que nos ha tocado vivir.

  Siempre hemos considerado el entorno del paleolítico como un lugar de suma hostilidad donde sus moradores debían ser, como poco, parecidos a pequeños superhéroes, pero ellos lo tenían mucho "más fácil" que nosotros, ellos para bien o para mal no debían de preocuparse de cuántas calorías debían ingerir o de si éste o aquel producto es ecológico o no, o si debían hacer ejercicio intenso o moderado, ellos simplemente tenían que preocuparse de una sola cosa VIVIR. Nosotros en cambio primero hemos de racionalizar cada una de las cosas que hacemos para evitar seguir esas tendencias nocivas que todo lo inundan y después, tal vez, nos quede tiempo para vivir sin tener que malvivir. Por tanto, nosotros somos los SUPERHÉROES, nosotros somos los que de manera consciente hemos cerrar la boca para evitar atiborrarnos de pseudos alimentos que lo único que consiguen es apartarnos de ese estado originario y saludable que nos pertenece, engordándonos como el ganado estabulado que luego también comemos pero del cual, curiosamente, sentimos lástima por las deleznables  condiciones en las que "viven" sin percatarnos que esas son nuestras mismas condiciones. Sí, permanecemos encerrados en una gran jaula, hacinados, sin el movimiento natural que necesitamos para vivir, cebados con una serie de "sustancias" que algunos califican incluso de "alimento de primera necesidad", y nos creemos más libres y saludables porque "vivimos más años". ¿Quién es el superhéroe?

 Bueno, siempre me pasa lo mismo, yo iba a hablar de mi "experimento" y al final la introducción se ha dilatado tanto que tendré que seguir en otro post, pero no importa, todo lo que de él he obtenido queda reflejado de manera sutil en todo lo expresado. En el siguiente si espero que sea algo más práctico.



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