lunes, 5 de noviembre de 2012

LA LESIÓN Y LA ENFERMEDAD II


    Si la lesión y la enfermedad se interponen en nuestras vida, significa que el camino seguido no ha sido el correcto. Los actos, de por sí, no son ni buenos, ni malos, pero de ellos siempre, siempre, se derivan consecuencias; si éstos han mermado mis capacidades, toca averiguar los motivos, porque de no hacerlo significa redundar en el deterioro. 

   No pensemos, de todos modos, que éstos estados son exclusivamente negativos, si somos capaces de ver la causa del efecto, tendremos la posibilidad de retomar el equilibrio perdido. Solamente la obstinación, en el error, pueden conducirnos de forma segura a un callejón sin salida.


  Dicho todo ésto, voy a centrarme en los problemas de espalda, que en mi caso fueron una concatenación de errores que mantenidos en el tiempo, me llevaron muy cerquita de la linea de no retorno. Pero hasta en el peor de los casos se podría conseguir una recuperación prácticamente  total, siempre y cuando podamos evitar la operación.

  Llegar a una situación en el que el dolor es invalidante, junto con la perdida de fuerza y sensibilidad en el pie, se puede decir, sin ningún genero de dudas que es un proceso que no dura unos pocos días. En mi caso, creo que pudo ser algo más 10 años, en donde alterné periodos asintomáticos con otros en el que las lumbalgias sufridas, iban aumentando progresivamente de intensidad. El no reparar rápidamente, en que éstos procesos, evolucionan de manera no lineal, es un factor que juega en nuestra contra, pues cuando nos encontramos en un periodo intercrisis, tenemos la tendencia a creernos recuperados, y éste es un factor que juega en nuestra contra.

  Cuando el dolor se muestra en todo su esplendor, tendemos a dejarnos llevar por sus efectos, y sin duda, acataremos el reposo que nos impone; de éste modo sumiso, iremos mejorando gradualmente. Mientras el dolor disminuye, nuestra movilidad aumenta. Y una vez nos creamos recuperados,  nuestra tendencia olvidadiza con los actos que nos hacen sufrir, hará que nuevamente retomemos las viejas costumbres, y de este modo, proseguir con el daño a nuestros discos lumbares.

  Es importante, reconocer que un camino que nos conduce a un deterioro, es un camino que ha de ser abandonado lo antes posible, a no ser que nuestro objetivo sea la autodestrucción.

  Siempre, por nuestra tendencia, vamos a tratar de racionalizar todos los procesos que nos acompañan en la vida, pero no quiere decir que esa manera lógica de actuar sea capaz de acertar en sus conclusiones. En mi caso, cuando recaía en mis lumbalgias, siempre buscaba más que la realidad, un pretexto, y de éste modo acallar las explicaciones exigidas por mi conciencia. Solamente cuando llegué al máximo deterioro, me plantee que debía poner el punto final. Lo primero que se suele pensar en éstos casos es que la operación es la panacea de nuestros problemas lumbares. Pero nada más lejos de la realidad. La salida rápida  por regla general, no suele ser la más acertada, y máxime si tenemos en cuenta que no nos hemos involucrado ni lo más mínimo en nuestra propia recuperación. Si tenemos suerte y la operación es un éxito, habremos de tener en cuenta dos cosas, que nuestros hábitos no han sido modificados en lo más mínimo, y por otro lado, que alterar nuestra estructura tras una operación invalida completamente una futura curación natural de nuestro disco lumbar, por lo que es como jugar a la lotería, y tener mínimas posibilidades de éxito  pero ésto es algo muy SUBJETIVO, y que ha de ser valorado de manera muy consecuente por el paso decisivo que supone.

   Si finalmente optamos por el largo camino que conlleva un proceso de regeneración y recuperación natural, hemos de asumir que necesitaremos unos cuantos años para lograrlo, y en muchos casos, por motivos laborales, es imposible poder disponer de dicho tiempo. Esto es muy importante tenerlo en cuenta. Es decir, si en nuestro trabajo, tenemos que acarrear objetos voluminosos, o por el contrario exige mucha movilidad de nuestra espalda, va a ser imposible que se inicie el proceso de regeneración de nuestro disco lumbar. Para ellos, posiblemente solo queda un camino: cruzar los dedos y someterse a la temida operación, pero siempre podrán seguir los consejos que daré más adelante.

   El tiempo de recuperación, estará relacionado con el tiempo de deterioro sufrido, en mi caso necesité poco más de tres años, pero si son ligeras molestias lumbares las que nos acompañan de vez en cuando, lo normal sería que sea mucho menos tiempo.

  Pues como decía, el día que decidí poner punto y final a éste problema, empecé a leer todo lo que había relacionado con los discos lumbares, hernias, protusiones, etc, y a la vez dejé de tomarme antiinflamatorios, y analgésicos, pues debía ser consciente de la auténtica intensidad del dolor, porque él y solo él, iba a constituir el verdadero barómetro de mi recuperación.

  Empecé haciendo muchas cosas, algunas no servirían de nada, otras en cambio sí, pero el problema es que en procesos de recuperación tan dilatados, las mejorías se diluyen en el tiempo, por lo que resulta muy difícil determinar que es lo que funciona exactamente. A continuación enumeraré cosas que hice, algunas un tanto excéntricas, y otras quizás, no tanto.

  Recuerdo que una página de Internet leí sobre la curación de la hernias discales, y de un preparado a base de papaya, agua de coco, y miel, y pensé que mal no me podría resultar, por lo que durante un año, esa mezcla se convirtió en mi desayuno. También, durante más de un año estuve tomando sulfato de glucosamina, a razón de 1500 mg diarias, en ciclo de tres meses y uno de descanso, al haber salido estudios, aunque más enfocados a la rodilla, que respaldaban su uso para regenerar el cartílago.  Además consumí, entre 9 y 10 gramos diario de omega 3 diarios, 100 mg de un complejo de vitamina B, magnesio, y de vez en cuando algún complejo vitamínico normal. Instintivamente aumente el consumo de frutas y verduras, y reduje el de cereales, y azúcares (me iba acercando a la paleodieta). Estas fueron por un lado las cosas que comencé a realizar, pero también hubo otras que dejé de seguir, como las visitas a fisioterapeutas, osteópatas y médicos en general. Los primeros contribuyeron a que mi bolsillo adelgazara sin notar la más mínima mejoría, y los últimos siempre me "subieron la moral". Recuerdo la última charla con un afamado Neurocirujano:

  -Esa hernia hay que operarla.
  -Es que estoy preparando Oposiciones de Bombero.
  -¿De Bombero...?, olvídate, jamás podrás desempeñar ese puesto de trabajo.
  -¿Y qué puedo hacer, es que me gusta mucho el deporte?.
  -Puedes nadar a espalda, salir a andar, o a lo sumo un trote suave.
  -¿Y pesas?
  -Hombre, algún ejercicio de brazo con pesos ligeros..., pero ni se te ocurra cargar kilos en tu espalda. De todos modos te sigo diciendo lo mismo: esa hernia habría que operarla, porqué va a darte muchos problemas...

 Esta conversación, jamás se me olvidará mientras viva, fue como un mazazo, un adiós definitivo a mis ilusiones. Mis años de sacrificios, sufrimientos y esfuerzos se esfumaban completamente sin haber obtenido los resultados anhelados. Me encontraba vacío completamente, aunque siempre acompañado de mi amigo más fiel: EL DOLOR.

  Continuaré en un siguiente post.







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